Me gusta mirarte bien,
entender de qué vas, y decirte lo que creo que podrías hacer para ir mejor.
No me gusta cuando eres lo máximo en lo que haces… pero nadie se entera.
Así que tengo la manía de meterme en la vida de todo el mundo. De quien me deja y hasta donde alcanzo: que soy una sola.
Entonces me pongo a traducir.
No del alemán al valenciano.
Traduzco tus intenciones, tus acciones o tus proyectos en palabras que la gente quiera escuchar.
Te vendo, vamos, que es a lo que vinimos todos, aunque algunos todavía no lo sepan.
Eso es lo que hago. No con cualquiera que se me cruce porque no hay suficientes horas para teclear tantos Documentos Word. Ni todo el mundo podrá pagarlo (ya sabes, no soy Santa Susana).
Pero sí me encargo de los que quieren correr el riesgo de vender.
Con esa gente puedo hacer algo.
Y lo hago.
Me dedico al copywriting.
Escritura persuasiva, publicitaria, comercial o como le quieras decir.
Que es como que tú vendas zapatos y otros miles de personas también, pero yo te ayude a que la gente que busca zapatos en el mundo los que quiera comprar sean los tuyos.
Usando la persuasión, las palabras, los giros dramáticos y esas cosas que gustan.
Antes era periodista. Y publiqué historias, historias, historias…
Tenía resuelto lo de escribir. Pero cambiar y eso no se me daba todos los días.
Ya sabes: en los cinco años de universidad te enseñan que un periodista escribe y espera a que otros lo vean y ayuden. No más.
Después pensé que, si aquello era casi literatura, mejor hacer literatura de verdad de cosas que le importaran a la gente y no de los reportes de tal gobierno o tal empresa.
Y me tiré otros años estudiando técnicas narrativas, recursos literarios y métodos creativos.
Pero concluí en que la literatura llevaba demasiado vino, madrugadas y soledad. Y los dos primeros sí, pero me gusta moverme de vez en cuando.
Yo quería cambio. Rápido. En alguien. Y en mí.
Así se apareció el copy.
Y al momento sentí que “por ahí”.
Dueños de negocios, líderes de proyectos, tú mismo, misma, misme… tote le mundi petándola a través de mis palabras.
Tú, con eso genial que haces.
Yo, con el power para contarlo y que te conozcan.
La felicidad se parece un poco a eso.
Mi felicidad.
¿Y la tuya?
¿Ya la gente te paga por lo que tienes?
¿Saliste a decirlo?
¿Se enteran?
¿Te compran?
Ojalá que sí.
De corazón.
Si no, ya sabes. Suerte que tienes de estar leyéndome aquí y no en una nota de emprendimientos en tu periódico local.
Porque Escríbete va de hacer.
No de llorar.
Esto es para vender. Que es la gracia de que hagas lo que haces.
¿Quieres?
Ya sabes lo que te toca.
Un email diario para que vendas
Ah, ando de capricho y te regalo algo picantico apenas te anotas a los emails.
Es de mis primeros días en España, viviendo debajo de un estudio porno.
¿Y a ti qué te importa que viví debajo de una sucursal de F0ll4m05?
Que si quieres que la gente que hace fila en el negocio de la esquina sepa que el cartel de ABIERTO del tuyo está escrito en español… esta historia puede darte unas pistas buenísimas.
Y encima con un toque caliente. Digo, cálido.
Viene con esto.
- Eso que vende el porno (más que el sexo) y que te ayudará a jugar con los deseos de tus clientes. Descaradamente.
- El guiño sexy de la competencia del que no te estás aprovechando. Cómo meterla a la cama.
- Otra táctica cabrona para que te pidan más. Y regresen. Copiada del Porn Studio.
- Una técnica sensual para conquistar todo lo que se menea. Lenguaje de adultos incluido.
- Cómo usar a tu favor los sucios instintos de las mayorías. Funciona con menos también.
Todo te lo cuento aquí.
Ya sabes.
Me gusta mirarte…