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Gánate clientes como un estudio porno

 

El primer apartamento en el que viví cuando llegué a España tenía un estudio porno en el piso de encima.

No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

 

Y enseguida te voy a decir por qué te importa esto. El porno no. La historia.

Para que te compren. Tu paquete o lo que sea que vendas.

 

Todas las noches, todas las mañanas, alguna que otra tarde… en el piso de arriba se follaba.

 

Y no me vengas con lógicas de que quizás era una pareja comenzando su relación, o que si el amor es así de intenso a veces o que si tu abuela y tu abuelo tuvieron 17 hijos.

 

Aquello no era normal.

Ni sano. Ni posible.

 

Y no es por juzgar, que a mí me hubiera encantado subir.

Tampoco por el rencor de que nunca me invitaran.

Lo tengo ahí clavado, pero bueno. El rencor digo.

 

Es que no era posible, bajo ningún concepto-efecto-sustancia que se pudiera… eso mismo tanto.

No sé si me entiendes.

 

El remate final a mi teoría del estudio porno no eran los gemidos.

Y vaya que había.

 

Ni el taca-taca-taca-tacatacatacacacacacacaaaaa de la cama o lo que fuera aquello.

Sino lo que venía después, cuando “no había acción”.

 

Aquello sí que despertaba todo el instinto chismoso que traía guardado de mi barrio en Cuba.

 

Yo, que nunca había sido de mirar para al lado (y no porque me las dé de pulcra, sino por despiste natural), en mis tiempos de aquel estudio hubiera pagado lo que fuera (LO QUE FUERA) por una entrada VIP al misterioso piso de arriba.

 

El punto no era solo el jaleo humano.

Es que cuando se callaban venía lo peor.

Lo que más me desesperaba.

 

En los tiempos de pausa (que no es que fueran muchos, pero vaya, respiraban de vez en cuando, o se duchaban, o tomaban café, o Red Bull o algún Monster Edición Limitada) venía el otro equipo laboral a hacer de las suyas.

 

Yo te dijera desde ahora lo que hacían, pero entonces no tendría gracia esto que vine a contarte.

Y te interesa más que la segunda actividad de mis vecinos los activos (seguro que también los había pasivos, ya sabes).

 

¿Cuál era la oscura actividad laboral que confirmaba mis sospechas de un estudio porno en el piso de arriba de mi apartamento?

 

Te la cuento enseguida, porque es la definitiva, según yo.

Y eso que no es muy humana.

 

Pero primero vamos a lo que vine yo.

Y tú también, pero no lo sabes.

 

¿A ti qué te importa saber que tuve vecinos ardientes o que viví debajo de una sucursal de F0ll4m05?

Pues mira que sí, que te importa.

 

Digo, si quieres que la gente que hace fila en el negocio de la esquina por fin se dé cuenta de que el cartel de ABIERTO del tuyo está escrito en español.

 

Así que te lo voy a contar.

Está en ese botón.

 

El lucrativo arte que aprendí con el estudio porno del piso de arriba (no apto para negocios ñiñiñiñi)

 

Cuando lo descargues, además de enterarte del chisme, aprenderás algo que lo mismo te sirve para crear tu propio estudio porno.

O una capilla, lo que mejor te venga.

 

A ver si quieres esto Gratis y con una historia extra:

 

  • Eso que vende el porno (más que el sexo) y que te ayudará a jugar con los deseos de tus clientes. Descaradamente.
  • El guiño sexy de la competencia del que no te estás aprovechando. Cómo meterla a la cama.
  • Otra táctica cabrona para que te pidan más. Y regresen. Copiada del Porn Studio.
  • Una técnica sensual para conquistar todo lo que se menea. Lenguaje de adultos incluido.
  • Cómo usar a tu favor los sucios instintos de las mayorías. Funciona con menos también.

 

Todo te lo cuento aquí

 

También te revelo lo que vienes buscando. El chisme.

Por si solo estás de curioso, que se vale.

 

Pero no nos engañemos: cuando dejes tu email pasarán más cosas conmigo. Y contigo.

Porque todos los días te enviaré algo. Para que te entretengas.

 

Y va y de paso te ganas algún truquillo. Y hasta me compras. O no. Quién sabe lo que hagas. Yo jamás me imaginé vivir debajo de un estudio porno. Cosas de la vida.

 

Más cosas aquí. Y qué cosas.